viernes, 23 de marzo de 2012

La fruta prohibida

Empecemos de cero. Los niños y los monos comparten hasta cierta edad (los tres años) una potencialidad artística común. Ambos son capaces de dibujar “monigotes” en un mismo estilo “naif”, predominando la elección de los colores más vivos. Mientras que los humanos no necesitamos motivación ajena, los monos necesitan estímulos humanos para dibujar, y sólo lo harán si les otorgamos las herramientas necesarias: papel y un instrumento para pintar. Ellos nunca se expresarían plásticamente de forma espontánea. Al mono no se le ocurriría pintar fuera del papel, es decir, en la mesa o en la pared de su jaula.

El humano aprende rápidamente, reconoce los colores y las hojas y sabe el procedimiento: Sabe que esos instrumentos son para dibujar en esas hojas y sabe que está mal si los utiliza fuera de esa superficie preestablecida y obligada (el papel). Pero también conoce, en cuestión de tiempo, el placer que le puede proporcionar desobedecer esta norma, actuar de forma libre, esa capacidad de salir de el marco preestablecido y convertir los signos en violencia visual hacia el poder: Su padre o su maestro. En el graffiti el símil sería dibujar con el aerosol en una superficie no permitida convirtiendo esos signos en violencia visual hacia el poder: La ley. Mirémoslo desde otro punto de vista, el de la publicidad. Todos sabemos que la publicidad emplea tabúes sociales como el sexo, la violencia o la libertad para suscitar el deseo, el morbo, el ansia de obtener lo prohibido, lo inalcanzable. Bien, si ni la mismísima Eva pudo resistir la tentación de morder la manzana... Ya lo dice la frase: “No hay mayor placer que hacer lo que no puedes hacer”. La libertad en contra del hombre, el hombre debe decidir.

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